martes, 23 de agosto de 2011

HA LLEGADO LA HORA DE LOS VALIENTES


No hay palabras para describir lo que vimos y sentimos en el aeródromo más famoso de  nuestro país. Cualquier adjetivo se queda corto, cualquier foto, cualquier frase. Porque me da la sensación de que Jesús estaba tan presente en cada instante, en cada encuentro, en cada mirada, que estar ahí, aún teniendo esas condiciones climáticas y largas horas de espera; era algo muy especial y único. Ahí estaba todo el mundo. ¡Todo el mundo y más! Y qué bien se estaba ahí, qué gusto y que privilegio. Privilegio de ser cristiano, de saber que Dios cuenta contigo y tú con Él. Seguro que mucha gente se dio cuenta en Madrid de que ser cristiano es el mayor chollo del mundo. Es lo máximo, es insuperable. Para esto se creó la JMJ. Porque somos muy tozudos y humanos, y no nos damos cuenta de esto. Y si hay que montar un súper encuentro cada tres años para recordárnoslo, pues se monta.
Yo me quedo con la ilusión de todo lo vivido en Madrid. La semana previa a la celebración. Los nervios y las ganas. Las risas. Jóvenes sin complejos de todos los colores y lenguas, al ritmo de “¡Follow de leader, leader!”. La esperanza. Los más de 35º grados de calor. El esfuerzo. La mochila de peregrino. Un agradecido abanico, la tibia y azul cerveza, la mejor medicina en forma de cruz con un original prospecto. El compromiso. Un gorro australiano para cubrirte del sol del agosto español. Cibeles y Neptuno guiando a la masa hasta la puerta de Alcalá. Los bellos pasos andaluces. Caminar sin parar sabiendo que no podrás ir más allá. Conseguir colarte a base de sonrisas. Dos segundos de papamóvil que te iluminan el corazón. La emoción. Confesarte en el Retiro. Ver todas las órdenes religiosas y movimientos católicos en un solo día. El ideal de santidad. Compartirlo todo. Que los madrileños te mojen desde sus ventanas con cubos llenos de agua fresca. Estar media hora buscando tu saco a las cinco de la mañana, entre miles de peregrinos durmiendo, intentando no pisar a nadie. Largas conversaciones con desconocidos sin entender nada, pero riendo sin parar. La solidaridad. El caos en el metro. El estrés buscando las acreditaciones. La confianza. El coro de la JMJ. Los voluntarios que te mojan a manguerazos. La sonrisa tímida del Papa. Tragarte el sabroso polvo de Cuatro Vientos. La mejor lluvia. Los gigantescos rayos. Aquel desorden ordenado. Encontrarte a todas horas a conocidos. Los de aquí y los de allá. El cardenal Rouco. Río de Janeiro. Madrid. ¡España! Nuestro Papa. La Virgen. Jesús. Arraigados en Cristo. Firmes en la Fe.
Más de un millón y medio de jóvenes arrodillados en el barro adorando al Santísimo. 24.500 voluntarios que se dejaron la piel. 4.700 periodistas acreditados y 600 millones de espectadores en todo el mundo. 1.373 efectivos de limpieza que limpiaron las 127 toneladas de residuos. 2.500. 2.151 asistencias sanitarias.
Pero las JMJ no se acabaron. Todo empieza ahora. Sin miedos. A saco.

Deo Omnis Gloria